domingo, 1 de diciembre de 2013

EL SACRILEGIO DE SARGENT

Vivimos en la era del intervencionismo. Esto no significa sólo que las autoridades se otorgan el poder y se autoconceden el derecho de no respetar tu libertad de actuación en diversas materias, lo más llamativo de esta moda es que la clase política, a través de los medios de comunicación, bombardea con la idea de que eso es bueno. Mediáticamente venden que ellos se encargan de hacer un mundo más justo y que funcione mejor. No digo que no sean necesarios en algunos campos, es que lo utilizan como excusa para todo acaparamiento de poder.

No sólo coartan nuestra libertad distorsionando la lógica más evidente, además, como bien describía Fernando del Pino Calvo-Sotelo en su artículo Deuda, tipos de interés cero y otras calamidades, cuando esos disparates producen los nocivos efectos sembrados, culpan a otros de ese mal. Por ejemplo, culpan al capitalismo de esta crisis cuando son los excesos cometidos arbitrariamente por ellos (los Bancos Centrales regalando dinero fácil a la banca, los gobiernos salvando a los bancos de sus errores, los políticos sin responsabilizarse de su pésima gestión económica y de sus legislaciones fomentadores de burbujas, los Bancos Centrales apoyando el despilfarro del gobierno de turno, etc). El colmo es que, como solución, nos ofrezcan más de ese intervencionismo que ha permitido y fomentado todo eso. Podría ser la osadía del necio, si fuera sincero, pero en realidad es sólo un deje antidemocrático del que todas las clases dominantes han hecho gala a lo largo de la historia.

En política monetaria, distorsionar todo lo que cotiza y enriquecer a algunos a dedo se hace impunemente. Hasta ideológicamente aparece algún fanático con Premio Nobel como Krugman para decir que la deuda no importa, los déficits no importan, etc. Vamos que nada importa. La creación de riqueza no importa si alguien nos da una droga y nos creemos, durante algún rato, que sentarse en un banco y contar estrellas es suficiente para crear riqueza. Sólo necesitamos que un BC cree billetes y te pague por ello.

Esta fase de la burbuja monetaria global en que nos encontramos me recuerda a lo vivido en otras burbujas anteriores. Concretamente, a la fase final. Además de diversos indicadores económicos hay uno social muy llamativo: la gente se pregunta ¿para qué trabajar si puedo pedir un préstamo grande e invertir ese dinero en la burbuja del momento (hoy, la bolsa) y hacerme rico? Empieza a hacerse popular la idea de que trabajar es de idiotas. Levantarse por las mañanas es de idiotas. Esforzarse por crear algo que la gente quiera es absurdo, no hace falta. Basta con creer a Bernanke, Krugman, y otros fanáticos para entender que los BCs pueden hacernos ricos a todos. basta con comprar activos financieros y venderlos cuando suban. Se trata de creer en un sistema financiero piramidal como forma de creación de riqueza. El efecto riqueza pasa de ser un apoyo adicional a la bonanza económica a un mero espejismo que dura mientras la mayoría no cuestione ese absurdo.

Como aparentemente hay que vender una idea bonita que la gente compre, los BCs dicen que meten liquidez e intervienen los mercados para empujar a la economía. Suena bien. Estúpido, pues ellos no pueden sustituir a la economía, pero bonito. Todo esto podría ser justificable si faltara liquidez en el sistema o si los mercados sufrieran anomalías que les impidiesen funcionar bien. Hoy no es el caso, pero ellos MANIPULAN MUCHO MÁS QUE EN LOS PEORES MOMENTOS DE LA CRISIS. ¿Justificación para  seguir con su ley marcial financiera? ¿A quién le importa? Basta con decir que es por un mundo mejor para coartar nuestras libertades. Y mientras, la gente, feliz de que alguien les evite tomar sus propias decisiones. No son conscientes de que sus libres decisiones son importantes para que funcione bien el sistema. 

Los economistas que justifican las políticas monetarias actuales suelen defender que hay que evitar A TODA COSTA la deflación, las caídas de los precios. Por eso, todo lo que sea inflar precios artificialmente (como hacen los BCs) está bien considerado. En mi opinión, kilos de insensatez. Lo que no te dicen ni argumentan es ¿por qué tienden a caer los precios? Tienden a caer porque la crisis (desaceleración económica repentina tras años de bonanza) hace que los agentes económicos frenen su ritmo de consumo en inversión, ya sea porque no tienen dinero y/o porque no confían en el entorno actual. Subir el coste de las materias primas o de la bolsa hace sentirse más ricos a los ricos que invierten mucho en esos activos pero más pobre al que no tiene para invertir y ve cómo sube el precio de los alimentos. Hoy te adjunto otra muestra de para quién gobiernan Bernanke, Obama y cía.



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En el mundo real, existen diversos motivos por los que se producen las caídas y subidas de los precios, lo que hace estúpido demonizar sistemáticamente las caídas de los mismos sin diferenciar entre las causas. Por ejemplo, un exceso o falta de demanda provoca aumentos o caídas de los precios, las mejoras tecnológicas pueden hacer caer los precios, la aparición de productos sustitutivos también afecta a los precios existentes (imagínate a Bernanke manipulando al alza los precios de las lámparas de aceite porque su fanatismo le dice que las caídas de los precios son malas).

Como hay de todo en la casa de Señor, también existe el sentido común entre algunos Premios Nobel. Por eso, hoy te hablo del Nobel Thomas Sargent, quien ha cometido el sacrilegio de cuestionar por qué es tabú que caigan los precios. Te resumo algunos puntos de su entrevista en Semana Económica (Wirtschafts Woche):

  • "Historically, there is no reason to fear deflation"
  • "this is not a dangerous deflation, but part of the necessary correction so that these countries are internationally competitive again."
  • Sobre el objetivo del 2% de inflación de los BCs,  Sargent opina: "is because they consider it their job to 'make bad debt good debt', y añade "a major redistribution machine".
  • Sobre la vuelta al patrón oro, "to prevent governments and central banks from limitless money-printing would not be foolish." 
Con estas ideas tan políticamente incorrectas, ¿quién sabe? Quizás deberían quitarle el Premio Nobel y dárselo a Bernanke o a alguien de su onda. Seguro que los lobbies y los gobernantes lo apoyarían. Con tanto intervencionismo "salvador" (durante un plazo corto y a costa de sembrar mayores desequilibrios futuros tanto económicos como sociales), hoy creo que vale la pena recordarte dónde estamos mirando al pasado, concretamente a estas palabras de Benjamin Franklin:

They that can give up essential liberty to obtain a little temporary safety deserve neither liberty nor safety”.
(Aquellos dispuestos a renunciar a libertades esenciales a cambio de una pequeña protección temporal, no merecen ni la libertad ni la protección)

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