lunes, 9 de marzo de 2015

EL BASILISCO Y LAS ECONOMÍAS DESARROLLADAS

Recientemente estuve leyendo sobre las características especiales del basilisco y no pude evitar pensar en cierto parecido con nuestro sistema monetario y económico. El basilisco, además de una figura mitológica que mataba con la mirada, es un lagarto común original de América Central. 

Foto: Un basilisco corre sobre la superficie del agua (Bence Mate/Nature Picture Library/Corbis)

Como te puedes imaginar, lo que más me llama la atención de este animal es su capacidad para realizar una actividad casi imposible para la mayoría de seres de este planeta: caminar sobre el agua, y no en sentido bíblico sino literal.

¿Por qué me recordó el basilisco a nuestra economía?
Porque no puede dejar de moverse... o sucumbiría a la ley de la gravedad. Además de poco peso y unos pies adaptados para suavizar la presión sobre la superficie acuática, el basilisco requiere de velocidad, necesaria para ejercer menor presión gravitatoria sobre el agua que pisa y no romper la tensión superficial. Si deja de correr, se hunde. A nuestra economía/sistema monetario le sucede algo parecido, aunque con algunas diferencias que la hacen menos sostenible a largo plazo que al lagarto en cuestión.

Nuestro sistema socioeconómico está basado en el crecimiento económico como medio para que el conjunto de nuestra sociedad mejore su nivel de vida (en la parte material, obviamente), lo que favorece la estabilidad y desarrollo social frente a una historia plagada de guerras y revoluciones. Crecer es fácil cuando no se es un país desarrollado, cuando se tiene poco, cuando el listón de cosas a obtener es bajo. A medida que mejora el nivel de vida, el crecimiento porcentual en la economía se hace más difícil. Los saltos periódicos en eficiencia suponen un alivio temporal a esta inevitable tendencia a la madurez económica.

Como todos queremos seguir creciendo, nuestras amadas autoridades estimulan el crecimiento económico con populares medidas como las bajadas de tipos de interés. Con el paso de los años y la alternancia de los ciclos económicos (expansión-recesión-expansión), la foto socioeconómica va cambiando. El crecimiento económico se hace más lento, las medidas monetarias convencionales ya no consiguen generar tanta aceleración temporal en dicho ritmo y la acumulada y siempre creciente deuda son esos kilos de más que nuestro lagarto socioeconómico se ha ido engullendo paulatinamente ciclo tras ciclo.

En nuestro símil, diríamos que nuestro lagarto tiene sobrepeso. Esto implica que, además de poner más presión sobre el suelo que le sostiene (así es más difícil seguir a flote), tampoco puede correr tanto como antes (recuerda que la velocidad era otro requisito para andar sobre el agua). La acumulación de deuda no sólo arriesga nuestra solvencia sino que también limita la capacidad de crecer, porque la renta disponible se dedica a pagar deuda e intereses en vez de a aumentar el consumo o la inversión (que se hace con el objetivo de poder aumentar el consumo futuro).

En mi opinión, la gran montaña actual de deuda en este planeta sólo es sostenible con un crecimiento económico sin descanso que la haga hipotéticamente pagable (aunque luego nunca se pague, en vez de eso, se refinancie). La gran desventaja de nuestro sistema socioeconómico frente al basilisco son los inevitables ciclos económicos. Mientras el lagarto puede para a descansar en tierra, nuestra economía debe seguir avanzando siempre sin permitir grandes cambios de velocidad, algo imposible. Las medidas monetarias no convencionales, como el Quantitative Easing, son sólo peligrosos parches temporales que, digan lo que digan las autoridades y/o sus adictos hooligans de los mercados financieros, no permiten andar sobre el agua.
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