viernes, 8 de junio de 2012

¿QUIEN ES EL RESPONSABLE?

Cuan cierta es la frase de Napoleón: "La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana". Uno de los hábitos más extendido en nuestra sociedad es el de culpar a otros de nuestros males, de nuestros errores y fracasos, y de nuestras crisis. Además, por nuestra limitada capacidad para trabajar con varias variables a la vez, al injusto e incoherente acto de eximirnos de toda responsabilidad le añadimos otra injusticia: concentramos toda la responsabilidad en una o dos dianas, eximiendo también a otros responsables. Qué fácil es concluir que la culpa simplemente es de la banca, o de los políticos, o de los empresarios, o de los alemanes, o de los griegos, o de los chinos ... ¿De qué te vas a sorprender en una época en la que vivir de tus propios medios se llama austeridad?

Por irrelevante que parezca, los planteamientos sobre a quién culpamos de nuestra crisis juegan un papel muy importante de cara a resolverla. En el clima social actual, la tensión contra la banca, la corriente anti-alemana, etc, generan freno económico, "desunión" (europea), etc. A más crisis, más crispación/odio ... y queda mucha por delante. Para valorar las cosas en su justa medida, es imprescindible conocer el origen de la situación actual.
 
Lo que ha llevado a Occidente hasta una crisis tan larga y profunda como la actual es el desequilibrio entre ahorro y consumo experimentado durante varias décadas. La sociedad ha consumido hasta quedarse sin dinero y luego ha continuado haciéndolo a crédito. En contrapartida, el ahorro ha sido el gran olvidado de la sociedad. El problema de lo ahorrado es que una parte, la invertida en activos con riesgo, sube o baja de valor mientras que la deuda permanece prácticamente inalterada en el corto plazo. Por eso, era sólo cuestión de tiempo que alguna crisis coyuntural (período de tiempo en que el valor de los activos ahorrados tiende a caer temporalmente) evidenciara las graves consecuencias de ese desequilibrio: poner en duda la solvencia general.

Ese crecimiento económico insano, a base de un exceso de consumo y una falta de ahorro ha tenido varios grandes aliados, entre los que yo destacaría:
  • El consumidor. Consumir es más agradable que ahorrar (que es posponer el consumo al futuro), lo que ha favorecido ese exceso. ¿Alguien firmó una hipoteca obligad@ a punta de pistola? ¿Es que quien pide un crédito para cambiarse el coche no es jurídica y moralmente responsable de sus actos? Además, como ciudadanos, somos responsables de los líderes a los que hemos dado potestad para actuar/gestionar en nuestro nombre.
  • Los Bancos Centrales. Su tendencia a mantener bajos tipos de interés para favorecer a la economía en el corto plazo es un incentivo al consumo y va en detrimento del ahorro (que recibe menos por esa inversión sin o con poco riesgo). En las dos últimas décadas, los Bancos Centrales desarrollados han tendido a aproximar los tipos a cero de forma tendencial. En mi opinión, son uno de los mayores responsables de las burbujas vividas, que son agradables mientras se inflan y cruentas e injustas cuando revientan.
  • Las empresas. Los tipos bajos han fomentado las inversiones apalancadas (con deuda), y han favorecido que temporalmente sea rentable lo que con tipos más altos no lo sería. La ambición por crecer ha favorecido esa asunción de más riesgo, especialmente en las empresas cotizadas, donde los múltiplos que pagan los mercados van muy ligados a las expectativas de crecimiento en beneficios. Además, los directivos ganan más si el beneficio es mayor, y nadie se lo ajusta a la baja en función del riesgo asumido para llegar a ese beneficio.
  • Los políticos. Acelerar el consumo en el corto plazo es pan hoy y hambre para mañana, pero las legislaturas son cortas, así como sus miras, su conocimiento, y sentido de la responsabilidad. El endeudamiento barato y de fácil acceso facilita gastar más, algo que permite hacer cosas vistosas que dan votos. La solvencia de las entidades públicas se daba por hecha. La arrogancia y el exceso de confianza están entre los defectos que siembra la abundancia de dinero en los seres humanos.
En resumen, a todo el mundo le apetecía que siguiera la fiesta. Sólo la realidad podía terminarla. Ni los conocimientos, ni el sentido de la responsabilidad, ni la valentía del que cree en algo, estaban presentes en la sociedad. Los dirigentes políticos son responsables de la irresponsable e insostenible gestión que han realizado. Los ciudadanos podríamos haber hecho algo, y hemos preferido votar a quien nos vendía algo aparentemente más bonito, que no mejor. Y cuanto peor se ponga la situación, más fácilmente escucharemos el canto de sirenas del mejor populista que se presente a las elecciones.

Hoy me viene a la memoria como algunos políticos americanos reclamaban hace aproximadamente una década que el Estado (a través de Freddie Mac, Fannie Mae, la Fed, etc) debía crear el acceso a una vivienda al pueblo americano ¿A TODO EL PUEBLO SIN EXCEPCIÓN NI REQUISITO? Así se contribuyó a sembrar la burbuja inmobiliaria. Una vez más, las buenas intenciones basadas en irrealidades acaban mal. Yo creo que lo más social que se puede hacer por los ciudadanos es ser realista con lo que hay, y a partir de ahí, discute cuanto quieras sobre cómo lo gestionas/distribuyes.

Recuerda una cosa, la autoridad debe ir inexorablemente pegada a la responsabilidad. Cada puesto, cada estructura social y/o económica debe conllevar esos dos conceptos. Quien decide, debe responder por ello. Si se decide sin consecuencias directas para esa persona, el tiempo se convierte en una cuenta atrás hasta la explosión.

Termino con una reflexión, si mañana revienta este castillo de naipes monetario donde nos están metiendo las autoridades, o la burbuja de deuda soberana existente, ¿hasta qué punto pagarán con su nivel de vida y/o su dinero los que hoy deciden? La mayoría de ciudadanos ya sé que seremos los que lo pagaremos.

martes, 5 de junio de 2012

COLECCIONANDO SINSENTIDOS

Dice el refrán "antes se coge a un mentiroso que a un cojo". Nuestra sociedad vive engañando a nuestra realidad sostenible desde hace muchos años, disfrutando un nivel de vida que no podemos mantener, y malgastando, vicio habitual en las épocas de bonanza económica. El primer día, no se nota nada. El primer año, es un exceso sin importancia. La primera década, parece un hábito aceptable (gastar más de lo que ingresas), aunque racionalmente genere, como mínimo, dudas. Esa prolongación temporal de lo insostenible hace que parezca sostenible eternamente sencillamente porque las personas lo hemos vivido así durante, por ejemplo, veinte años, y pensamos que será extrapolable al resto de nuestra vida.

Con los años, esa "torre de Pisa" sigue inclinándose mientras nosotros miramos a otro lado, como si eso no fuera un problema tendencial futuro, como si no fuera con nosotros. Al cabo de muchos años, una crisis coyuntural enciende la mecha de la muchísima pólvora acumulada y se arma la de San Quintín. Esa crisis pasa a ser estructural, y la sociedad se entera por fin de que ese modelo de gastar más de lo que generamos no tiene futuro. El exceso cometido es tan grande que se pone en duda la viabilidad del sistema, la capacidad de los gobiernos de hacer frente a sus obligaciones de pago emitidas para obtener unos recursos ya (mal)gastados.

Es entonces cuando aparecen unos genios diciéndonos: "gastemos más que nunca" para robar un poco más de tiempo al destino, y como somos tan listos y responsables, aprovecharemos esa bonanza temporal para ajustar a la baja nuestros gastos, nuestras plantillas públicas, nuestro bienestar social, y bla, bla, bla.

Como el destino no quiere regalarnos más tiempo, más crecimiento insano, más votos de confianza a cambio de más promesas nunca cumplidas, tras haberle engañado una y otra vez año tras año, esos genios nos dicen: "rompamos toda la coherencia monetaria (contradiciendo el conocimiento convencional aprendido durante décadas) para poder seguir rompiendo un poquito más de tiempo la coherencia fiscal (gastar más de lo que ingresas)". La aplicación de esas políticas nos trajo, desde primeros de 2009, durante bastantes meses unos balones de oxígeno (quantitative easing y otras formas de inyección monetaria) de corta duración para nuestra economía. ¿Crees que la banca aprovechó esas bonanza temporal para recapitalizarse de forma contudente, o los gobiernos utilizaron ese "tiempo de descuento" para ir haciendo sus deberes? La respuesta es clarísima, NO.

Ahora, Occidente vive a base de inyecciones monetarias periódicas para que los privilegiados (banca y gobiernos) vayan ajustándose a su ritmo (como en EEUU o Alemania), o al que le reclamen los mercados que les prestan (este es el caso de los países periféricos europeos). Esas inyecciones/intervenciones de los Bancos Centrales van minando la confianza (aunque provoquen rebotes especulativos de corto plazo) pues no aportan ni luz al final del túnel (evidencian la dependencia de nuevas inyecciones futuras), ni coherencia monetaria, ni justicia social (se beneficia a unos pocos a dedo arriesgando un dinero que es de todos).

A las muchas anomalías que estos señores están creando en los mercados, principal forma de democracia económica cuando nadie los manipula, hoy te añado la del bono soberano suizo. El Banco Nacional de Suiza jugó al órdago a la grande cuando anunció que no permitiría un franco más fuerte de 1.20 con el euro. Con la que está cayendo en Europa, y el euro-franco rondando el 1.20, estoy convencido de que dicha entidad está quemando mucha pólvora para sostener ese nivel arbitrario frente a las hordas de dinero de la economía real (además del que haya especulativo) que quieren buscar refugio en dicha divisa. Similar al caso alemán, el bono del Estado suizo a dos años dio rentabilidad negativa, en este caso un ¡0,41%!, una barbaridad.

Te voy a exponer un ejemplo de cómo un intervención concreta crea distorsiones en otros activos. Si el BN de Suiza no estuviera creando billetes para venderlos en el mercado para sostener artificialmente su tipo de cambio con el euro a 1.20, la compra masiva de francos suizos por parte de los inversores que buscan ese refugio hubiera hecho que el franco se apreciara. A medida que van comprando más francos, el franco se encarecería, por ejemplo, hasta 1.05. A ese precio, la cantidad de francos que les darían a los inversores al comprarlos sería menor que a 1.20 (porque el franco estaría más fuerte). Eso haría que hubiera menos francos comprando los bonos del Estado, lo que haría que su precio no subiera tanto y que su rentabilidad (que se mueve inversamente a su precio) no hubiera caído tanto, hasta -0,41%. Como ves, los mercados tienden a compensarse/reflejarse unos con otros. Mantener un precio arbitrariamente conlleva distorsionar los flujos en otros, y eso, que es la práctica habitual de los Bancos Centrales desde 2008, es riesgo sistémico en pura esencia.

Este es el maravilloso mundo de los sinsentidos donde los grandes apostantes, los Bancos Centrales, nos han metido. Cuando se manipula un activo, se imposibilita que éste se ajuste a la realidad del momento (la que no les gusta a los gobernantes y/o autoridades). Entonces, se produce una anomalía en los flujos de capitales que distorsionan otros activos monetariamente relacionados. En mi opinión, intentar mantener el equilibrio en los mercados financieros globales a base de que cada Big Brother (Banco Central) imponga/manipule los precios del activo que más le gusta es sencillamente jugar a la ruleta rusa con armas nucleares. ¿A caso creías que el riesgo sistémico se redujo tras Lehman? ¿Crees que Bankia, o Grecia, o Dexia, o los problemas de financiación de las Comunidades Autónomas son hechos aislados? Son manzanas podridas del gran cesto global, y en el que apenas quedan sanas. Esto es el fruto del sinsentido anualizado durante muchos años.

A nuestros políticos les repetiría la frase que dijo recientemente el Responsable de Inversiones de uno de los mayores bancos mundiales: "Tú puedes ignorar la economía, pero ella no te va a ignorar a ti".
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