Hace pocos días, un diputado europeo, el británico Nigel Farade, respondía a las críticas de un socialista alemán recordándonos algo que las hemerotecas certifican: a los gobernantes les da pánico consultar al pueblo que gobiernan. Él nos recordaba que los líderes europeos menospreciaron la voluntad popular cuando Francia votó "NO" a la Constitución europea, cuando Holanda votó "NO" a la Constitución europea, o cuando los irlandeses votaron "NO" a su sustituto, el Tratado de Lisboa.
Siempre he dicho que prefiero una mala democracia que una buena dictadura. La forma de gobierno en Europa, de acordar tratados, y de manejarse en el proceso de integración europeo hace tiempo que empieza a no parecerse a una democracia. La opinión del pueblo, acertada o no, no es respetada (cuando no ignorada). Yo creo que, si los gobernantes creen en algo, deben convencer al pueblo de eso, cuando se trata de medidas que afectan de forma importante a su forma de vida. No hacerlo e imponer su criterio, incluso evitando los referéndums por miedo al resultado, es no haber entendido nada de la historia de la humanidad. Es jugar con fuego. También es menospreciar al pueblo al privarlo de su libre albedrío, de su derecho a equivocarse en circunstancias que no inhabiliten la ortodoxa toma de decisiones.
En ese sentido, los importantes recortes sociales y económicos que afronta Occidente para ajustar sus cuentas, y que yo califico de inevitables si quieres evitar quitas públicas generalizadas, son demasiado importantes para no explicarlos y argumentarlos sobradamente a la sociedad que se espera que se los "trague". Las cesiones de soberanía que pretende imponer en los PIIGS también lo son, así como lo que se obliga a avalar al pueblo alemán para financiar a otros in eternum.
En ese sentido, los importantes recortes sociales y económicos que afronta Occidente para ajustar sus cuentas, y que yo califico de inevitables si quieres evitar quitas públicas generalizadas, son demasiado importantes para no explicarlos y argumentarlos sobradamente a la sociedad que se espera que se los "trague". Las cesiones de soberanía que pretende imponer en los PIIGS también lo son, así como lo que se obliga a avalar al pueblo alemán para financiar a otros in eternum.
A la clase politíca le encanta excusarse en la excepcionalidad circunstancial para justificar su asalto a más poder. Eso es absurdo. Si la situación es excepcional, mayor motivo para realizar referéndums en toda Europa sobre las medidas que se plantean (desde los rescates a los ajustes). No es que yo no sea europeo, o que quiera su desunión. Todo lo contrario. Porque soy europeo, reclamo una Europa democrática, que es la única que se impondrá tarde o temprano, por las buenas, o como ha ocurrido históricamente.
La sentencia del Tribunal Constitucional permitiendo el MEDE (aunque con limitaciones, que mañana pueden volver a modificar) sin exigir una consulta al pueblo ante una medida de tanta trascendencia, sólo me dice que en Alemania hay tan poca separación de poderes como en España. Los dejes impositivos que vengo viendo en Europa desde hace años (intentando centralizar más poder en una pequeña élite política) me recuerdan a ese principio absolutista de que el pueblo, con excepción de mis amigos y yo, es una gran manada de borregos a los que los autoproclamados elegidos debemos proteger de sí mismos. Aunque yo crea que hay mucha ignorancia en nuestra sociedad, considero que la única salida, moral y práctica, es mostrar y argumentar las ideas. Imponerlas "porque puedo", aunque pueda porque me votaron, no me parece democrático, y a larga nunca funciona.
Como he dicho muchas veces, los desórdenes sociales de MENA (Oriente Medio y Norte de África) no son circunstanciales. La conjunción de gran crisis, poca libertad, sistemas socioeconómicos frágiles, y Bernanke provocando subidas del 40% en índices de alimentos no son cualquier cosa. En ese sentido, el otro día conocí un informe de mitad de 2011 del británico Complex Systems Institute de Cambridge que modelizaba la influencia de la subida del precio de los alimentos en los desórdenes sociales. Viendo el gráfico inferior, quedan pocas dudas sobre las consecuencias sociales globales de los regalos especulativos de Bernanke. Además, advertía del riesgo global en 2012 y 2013 si si los precios siguen altos. También el Banco Mundial advertía recientemente de la subida mundial de los alimentos del 10% en julio (por la sequía americana).
En Europa, se imponen los recortes a algunos, financiar ayudas a otros, uniones a casi todos, y todo sin explicar al pueblo por qué, hasta cuándo realmente, hasta dónde, qué pasa si no se cumple (de verdad, no teóricamente). El único argumento que hoy lo justifica todo para no cumplir lo acordado, lo prometido, lo limitado legalmente es: "si no lo hacemos se rompe el euro, y será peor", "si no los salvamos se cae todo el sistema", "si caen los bancos caemos todos". Todo son argumentos potencialmente nucleares para saltarse las limitaciones del poder público impuestas por los fundamentos de nuestra democracia. Cuando hay más problemas es cuando es más necesaria la democracia. Los tentadores "atajos" son injustos y suelen acabar mal.
Recientemente, dos ex-jueces del Tribunal Supremo americano han mostrado su preocupación porque las grandes crisis (como ésta) hacen que la gente ceda peligrosamente la soberanía a líderes que prometen mejoras. También el fundador del mayor Hedge Fund del mundo, Ray Dalio, quien ha arremetido contra la política monetaria de la Fed y sus riesgos de destrucción de riqueza, ha recordado que en épocas de gran crisis se forjó el poder de dictadores como Hitler.
Hace pocos días, el noticiario británico The Sunday Telegraph entrevistaba al Presidente de la República Checa, Vaclav Klaus, quien dijo cosas como:
- La destrucción de la democracia europea puede estar en su fase final.
- Teme las intenciones de Barroso (hasta ahora ocultas) clamando por una federación europea (donde mandaría Alemania).
- En referencia al camino hacia el Superestado europeo: "Nosotros entramos en la UE, no en una federación donde no decidimos nada" (se refiere a que mandarán las élites políticas).
- Habla de que la soberanía no es posible en una federación, donde los gobernantes no tendrían que responder ante sus votantes, porque todo les vendría impuesto desde Europa.
- "Después de nuestra experiencia comunista, sabemos mejor que los europeos occidentales que el proceso democrático es más importante que el resultado".
- "Es una ironía de la historia, que me toque a mí predicar los valores de la democracia".
Desde 2008, cuando vi claro que esta crisis era estructural y no coyuntural, supe que una respuesta inadecuada por parte de nuestros gobernantes derivaría en más desunión, social, y política, tanto nacional como internacional. Hoy, la crisis divide todavía más a España y a Europa. La reciente manifestación en Cataluña no es ninguna tontería, y las encuestas europeas en países rescatados y rescatantes no augura más unión entre los pueblos. En Grecia, según una encuesta reciente publicada en WallStreetJournal, hoy ganaría las elecciones la izquierda antirescate SYRIZA (segundo en las elecciones) con un 30%, NewDemocracy (el ganador, por poco) sería segundo con un 28%, y el tercero ya no serían los socialistas, que ya sólo obtendrían un 7% de los votos. La tercera fuerza política sería la extrema derecha de Amancer Dorado con un porcentaje que podría rondar el 20%. En mi opinión, esta tendencia de radicalización política de la sociedad griega (aunque sólo sea porque los partidos tradicionalmente mayoritarios no cumplen nada de lo prometido y no consiguen mejorar las cosas) se está gestando en toda Europa.
El destino todavía no me ha respondido a la pregunta que me planteo desde 2008, aunque va dando señales y no van en la dirección que yo hubiera querido. Yo me preguntaba si Occidente estaba a tiempo de realizar las reformas estructurales y los ajustes de viabilidad necesarios para evitar quitas soberanas generalizadas, y si la sociedad las aceptaría sin revoluciones. De momento, soy menos optimista que entonces, pues cinco años después, los gobiernos occidentales apenas se han ajustado y la sociedad acusa el cansancio de la crisis.