Desde su inicio, la reforma sanitaria de Obama no ha dejado de ser controvertida. Primero, la propuso Clinton en su pugna contra Obama para ser el candidato demócrata a la Casa Blanca. Después, éste la hizo suya y la argumentó frente a los republicanos, muchos de los cuales la critican porque consideran que no es democrático obligar a la gente a tener un seguro médico, a pesar de que el Tea Party ya defendió/sugirió esto hace dos o tres décadas (protégete a ti mismo pagándote un seguro médico en vez de esperar que sea el Estado quien te tenga que proteger).
La parte más fácil de vender de la reforma es la idea de que más ciudadanos estén incluidos en la cobertura médica nacional. Esa idea es loable humanamente y también rentable electoralmente. La parte más difícil es convertir ese sueño en realidad dado que supone añadir un gran coste a un sistema público que ya vive permanentemente en déficit.
Obama, como buen político, vendió electoralmente una buena idea envolviéndola en un compendio de bonitas irrealidades, en vez de ser relista y reconocer que no hace milagros. Podría haber justificado la viabilidad de semejante proyecto sin necesidad de prometer que todo serían consecuencias positivas. Dijo que la reforma sanitaria no sólo no tendría más coste para la Seguridad Social sino que supondría un ahorro.
La reforma se aprobó en marzo de 2010. En esto años ha ido aplicándose gradualmente pero será en 2014 cuando entre plenamente en vigor. Obama, primero comenzó subiendo impuestos a proveedores de equipos, farmacéuticas, etc y exigiendo rebajas a los hospitales. Todo ello tras prometer que no conllevaría una subida de impuestos. El argumento es fácil de vender: hoy pagas más impuestos, pero se supone que en el futuro ingresarán más porque habrá más gente asegurada usando la sanidad.
Segundo, intentó imponer legalmente a los Estados su reforma, pero sólo lo logró parcialmente, es decir, los Estados tienen potestad para apoyar financieramente o no su parte de la reforma. El Estado que no la apoye, deberá cargar electoralmente con ello.
Hasta ahora, Obama ha conseguido sacar adelante la reforma a pesar de la oposición política de algunos legisladores, a pesar de la oposición de los Estados (que no aceptaban esa imposición, considerada una intromisión) y en contra del sector sanitario.
El problema que hoy afronta Obama es la irrealidad de otra promesa que hizo cuando instauró que, a partir de 2014, los trabajadores que puedan pagárselo deberán contratar un seguro médico. Entonces prometió que "quien quisiera podría mantener su seguro médico actual". Por aquel entonces abordó las críticas de los que advertían que provocaría el encarecimiento de los seguros médicos argumentando que obligaría a las aseguradoras a aceptar seguros, a dar transparencia a la contratación, etc, lo que haría bajar los precios. En los últimos dos meses, la reforma sanitaria se le ha enquistado a Obama (y a su imagen pública) por diversos motivos:
- La web creada para la contratación de seguros apenas ha tenido interés, es decir, muchos menos americanos de lo estimado han optado por contratar su seguro médico. Como suele ocurrir cuando se compara la promesa política con la realidad materializada, la distancia entre ambas se mide por kilómetros. Como ejemplo, la CBS de Charlotte detallaba las pocas peticiones de seguro que había tenido una aseguradora. El Wall Street Journal se hacía eco de que, en octubre, sólo se inscribieron unas 50.000 personas, frente a una estimación gubernamental de medio millón.
- Dicha Web está siendo criticada por sufrir grandes carencias de funcionamiento. Como a perro flaco todo son pulgas, ha querido la turbia casualidad de que la adjudicación a dedo de la web haya ido a parar a un ex-compañero universitario de Michelle Obama.
- Obama ha incumplido la promesa de que quien quiera puede mantener su seguro actual. Las exigencias del seguro médico que impone la reforma sanitaria ha hecho que las aseguradoras hayan comunicado a varios cientos de miles de americanos que su seguro médico actual no va a ser renovado. Recientemente leí que el nuevo seguro médico podía costar, en algún caso, hasta cinco veces lo que costaba el actual. El Washington Post publicaba que 1,3 millones de americanos en paro perderán su seguro médico el 28 de diciembre si el Congreso no extiende su programa de emergencia. Para salir del paso, Obama ha tenido que recular obligando a las aseguradoras a mantener esos seguros. El cuadro adjunto lo publicaba el Wall Street Journal quien estimaba que algo más de 4 MILLONES de americanos habían recibido la carta de su aseguradora informándoles de que no se renovará su póliza. Todo un contraste con los aproximadamente 106.000 ciudadanos que, según el gobierno, han suscrito un seguro.
Resulta irónico que, hasta la web de chequeo del FBI utilizada a la hora de adquirir un arma o explosivos, National Instant Criminal Background Check System (NICS), tenga más afluencia que la web de la "Obamacare" (así llaman a la reforma sanitaria de Obama).
En fin, una reforma de importante calado social pero muy controvertida porque florecen como la setas algunos problemas que Obama prometió que no ocurrirían. Qué insaciable necesidad tenemos en la sociedad occidental actual de creer en "Merlín for President". ¿No sería más fácil aceptar que nada es gratis, que hay que administrar y priorizar lo que hay? En vez de eso, optamos sistemáticamente por vivir de sueños hasta que la realidad nos despierta.
En fin, una reforma de importante calado social pero muy controvertida porque florecen como la setas algunos problemas que Obama prometió que no ocurrirían. Qué insaciable necesidad tenemos en la sociedad occidental actual de creer en "Merlín for President". ¿No sería más fácil aceptar que nada es gratis, que hay que administrar y priorizar lo que hay? En vez de eso, optamos sistemáticamente por vivir de sueños hasta que la realidad nos despierta.
Termino con un dato. Hace pocos días leí una estimación: en 2020 habrá 75 millones de jubilados en EEUU. Afortunadamente para Obama, ese toro lo lidiará otro.
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