jueves, 25 de julio de 2013

EGIPTO

Tal y como anticipé hace algunos días, hoy quisiera escribir sobre Egipto. La revolución de Egipto de hace varios trimestres y los acontecimientos actuales hacen reflexionar sobre si la democracia, la forma menos mala de gobierno, es aplicable en sociedades que no han tenido una transición desde un sistema autoritario.

Todos queremos democracia para nosotros y para el resto de la humanidad, pero quizás no baste con desearla ni con imponerla. Quizás sea imprescindible que la sociedad la acepte, la entienda y la desee, lo que apoya el que la respete. La falta de cultura junto con la falta de práctica hacen que, desgraciadamente, el hábito no haga al monje. No quiero decir con ello que una sociedad esté mejor con un dictador, en absoluto, sólo que quizás sea inevitable socialmente pasar antes de llegar a la democracia por una época de desorden social.

Parece lógico que a la gente que ha vivido en dictadura le cueste adaptarse a un cambio repentino en la forma de gobierno. Como fórmula para la esperanza veo dos puntos. Primero, que las generaciones más jóvenes no han vivido ni sufrido tanto la dictadura y eso les facilitará adaptarse mentalmente a los principios democráticos más básicos (como que las cosas no se solucionan por la fuerza, pues dentro de un tiempo otro tendrá más fuerza que los de tu bando). Segundo, a pesar del alto precio de los desórdenes que genere el cambio, la historia muestra que los dictadores no ceden su poder si no se les obliga. Más bien tienden a legárselo a sus hijos. Si esperas a que los dictadores traigan la democracia, seguramente nunca llegará.

La primera revolución egipcia fue fácil de sentenciar: el pueblo se hartó de un dictador. En ese sentido, ya te comenté en LA LIBERTAD (DEL PUEBLO) DA MIEDO A LOS QUE MANDAN que, tanto para mí como para otros que se han molestado en hacer estudios comparativos, no fue casualidad que las grandes subidas en los precios de las materias primas agrícolas como resultado de las políticas ultraexpansivas de los Bancos Centrales coincidiera con un claro aumento en los desórdenes sociales en países con un nivel de vida bajo, con un nivel cultural bajo y con falta de democracia. ¿Qué probabilidad le hubieras dado tú a que tres dictadores del Norte de África hubieran caído por revueltas sociales en pocos meses tras décadas mandando? También las modernas tecnologías de la información facilitaron el camino.

La segunda revolución egipcia es difícil de evaluar, porque confluye un legítimo malestar popular con un antidemocrático alzamiento militar. Incluso a nivel internacional, a los dirigentes políticos les cuesta posicionarse claramente. De entrada, yo no apoyo un golpe militar que busca deponer a un dirigente elegido en las urnas. Paralelamente, parece que dicho gobernante, Morsi, estaba acaparando poderes que podían estar poniendo en riesgo el concepto de separación de poderes.

En resumen, tenemos a un gobernante depuesto por un golpe militar, algo condenable. Tenemos también el hecho de que ese gobernante llevara tiempo intentando imponer su doctrina religiosa a una sociedad donde buena parte de la población no comparte ese derecho. Me queda la duda de hasta qué punto se excedió en su derecho y si realmente estaba dando pasos hacia una dictadura teocrática.

Para complicarlo más, está claro que existen muchos intereses partidistas. Hace tres semanas publicaba Irish Time que la gota que colmó el vaso y generó el alzamiento militar fue el que Morsi contemplara la posibilidad de seguir las recomendaciones de algunos de su doctrina y se planteara enviar tropas a Siria en concepto de "Guerra Santa". Supongo que eso habría unido a Israel y a la cúpula militar egipcia contra Morsi, que se han respetado bastante durante muchos años.

A nivel internacional, los países árabes también están divididos. Según parece, algunos temían la aproximación de Morsi a Irán. Tras el golpe militar, Arabia Saudí, Emiratos árabes o Irak habrían reconocido, más o menos explícitamente, a la nueva autoridad. Por el contrario, Qatar no sería de la misma línea.

En fin, el drama humano de Egipto muestra lo difícil que resulta, para una sociedad, llegar a la democracia incluso llevando tiempo sin un dictador. Además, los intereses partidistas dentro y fuera del país juegan una cruenta y extraoficial partida de ajedrez donde los peones a sacrificar son los ciudadanos. Peones con DNI, familia y alma.

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