Quizás una de las
características del siglo XXI sea que éste nació en un mundo pequeño. El avance
técnico acumulado por el Hombre hasta nuestra era ha hecho que, desde hace
años, hablemos de casi todo en términos globales, el mundo se ha convertido en
una aldea. Los productos, los servicios, las ideologías, las enfermedades, sus
curas, los acontecimientos, etc. dan la vuelta al mundo a una velocidad
impensable hace pocas décadas.
Históricamente,
los países emergentes solían ser el patito feo internacional, porque sus
ciudadanos suelen tener un nivel de vida comparativamente bajo, porque suelen
carecer de democracia y/o respeto por los derechos humanos, porque no suelen
tener un gran poder internacional al carecer de la última tecnología militar
(de hecho, acostumbran a comprar armamento a los países desarrollados).
Económicamente, vivimos
en una época donde el crecimiento lo es casi todo. Un individuo o una familia
pueden espirar a más o darse por contentos con lo que tienen/ganan. Sin embargo,
el mundo empresarial y el político funcionan de forma diferente porque están
sometidos a la ley de la competencia. Si una empresa no crece, los directivos
corren el riesgo de ser reemplazados por otros. Si un país deja de crecer
durante algún tiempo, sus responsables políticos sufren la ira de los
electores. Existe una gran presión hacia el crecimiento en algunas de nuestras
principales estructuras socioeconómicas.
Tras varias
décadas de mejora en el nivel de vida, los países que lideran el tren del desarrollo
sufren la maduración de sus economías, donde la ley de los grandes números
dificulta a las economías ricas mantener altas tasas de crecimiento, donde el
recurso del crédito (mucho y barato) para acelerar el crecimiento da síntomas
de saturación (por el gran endeudamiento ya acumulado). En este entorno, los
países emergentes tienen una gran virtud: ser motor de crecimiento en /los
próximos años. Esta característica les da a los países emergentes un atractivo
que hace que los desarrollados obvien esas cosas que antaño criticaban: falta
de democracia, de transparencia, de competencia, el intervencionismo oficial,
etc. Poderoso caballero es don dinero o, para ser más exacto, don mercado al
que exportar.
En 2008, los
emergentes se recuperaron rápidamente de la crisis porque llevaban una inercia
en el crecimiento que les permitió tamizar sus efectos. El epicentro de la
crisis fueron los mercados financieros (de hipotecas, derivados, crédito,
bolsa, etc), que no son el pilar del desarrollo económico emergente. En la
última década, las empresas de los países emergentes han realizado muchas
inversiones esperanzados en que sus mercados económicos han mantenido
importantes tasas de crecimiento. Hoy, las tornas han cambiado parcialmente.
El hecho de que
Brasil haya pasado en varios años de crecer al 7% a menos del 2% o China del
11% al 7% tiene un gran impacto económico y social. Muchas inversiones
realizadas con las expectativas anteriores, de mayor crecimiento, se ven
paralizadas o canceladas. Las ventas son inferiores a lo previsto (menor
demanda), ha aumentado el número de competidores que han buscado entrar en esos
mercados de crecimiento (mayor oferta) y la mayor competencia ha obligado a
bajar precios (menores márgenes de beneficios).
El freno
económico actual ha encontrado a muchas empresas emergentes con más deuda,
generada para financiar inversiones desde hace años. La financiación se
encarece por el riesgo asociado a la crisis. Es decir, algunas empresas emergentes
ahora tienen menos ingresos de lo estimado, más gastos financieros y más
endeudamiento que hace años. Esta circunstancia ha hecho que grandes inversores
internacionales hayan optado por tomar beneficios en sus inversiones emergentes
de la última década. Los países emergentes acusan esta salida de capitales, lo
que se traduce en la debilidad de sus divisas. Sus mercados bursátiles han
reculado ante esas menores expectativas de beneficios y esa huída del dinero.
Los que se esperaba que tiraran más del crecimiento de la economía global se
están ralentizando (como es ley de vida) y ahora la pregunta es ¿hasta dónde
frenarán sus economías y el conjunto global? El tiempo lo dirá.
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