martes, 3 de enero de 2012

LAS SEMILLAS DE LA REVOLUCIÓN

Se dice, que en los momentos difíciles es cuando se conoce verdaderamente a las personas. Algunas circunstancias de dificultad extrema, como las guerras, muestran lo peor del ser humano, y en ocasiones, también lo mejor.




La crisis actual, larga y profunda, hace que las personas e instituciones activen el modo “supervivencia”. Durante varias décadas, Occidente ha mejorado su nivel de vida a gran velocidad gracias a un crecimiento exacerbado del crédito. Ideas como la globalización o que el mundo de hoy gira más deprisa que antaño tiene mucho que ver con el crecimiento económico, y con el desarrollo tecnológico que éste ha generado. Tras ese largo exceso en el crédito y el crecimiento, ahora toca un superajuste, y es cuando suena el "sálvese quien pueda" ¿Y quién puede? Pues los que están en un status privilegiado. Toda la sociedad se ajusta a la baja, pero los que están cerca del poder pierden menos, porque consiguen limitar más favorablemente su ajuste.

Estos días, en España han empezado a anunciarse los ajustes. Suben la gran mayoría de impuestos, y los que no suben, espera y verás. Cuando las estimaciones de déficit no se cumplan en los próximos meses porque los ingresos no lleguen (por la caída de la actividad al caer la renta disponible), ya subirán los impuestos que hoy todavía no han tocado. Creo que la idea de ajustarse va, por fin, en la dirección correcta, pero en los recortes anunciados, echo de menos que alguien se atreva a "reducir YA el superejército de funcionarios", sin recolocaciones ni proyecciones a diez años vista.

Mientras suben los impuestos para la gran mayoría de ciudadanos, algunos diarios detallan los indecentes sueldos y/o planes de pensiones de directivos de Cajas de Ahorro, apoyadas con dinero público. Otra indecencia publicada en un país donde nunca pasa nada… de momento.

Los gigantescos ajustes que sufrirá Occidente en los próximos años generarán una gran tensión social entre los más ricos y el resto de la sociedad. Probablemente, el foco de discordia no serán tanto los ricos en sí mismo sino el ver a algunas castas sociales beneficiándose del dinero público, ya sea cobrando grandes sueldos o beneficiándose de contratos. Es el ser humano, y su nueva forma de oligarquía disfrazada de democracia. Mientras nuestro sistema electoral no sea de listas abiertas (con sus virtudes y defectos), seguirá rigiendo la disciplina de partidos, y seguiremos en una sociedad de castas, donde los partidos políticos se protegen internamente, y entre su propio gremio. Mientras éstos intentan mantener sus quotas de poder, los grandes lobbies sociales (patronal, sindicatos, fundaciones de orientación política, grandes empresarios, medios de comunicación) revolotean a su alrededor intentando ganar su favor, cual cortesanas a la antigua usanza. Rige el "no nos vamos a hacer daño, entre nosotros, que para exprimir ya tenemos al pueblo".

Esta realidad, al margen de cualquier condena moral, supone una gran fuente de ineficiencia para la economía de mercado. A pesar de lo que algunos proclaman, no ha fallado el capitalismo, como principio económico (aunque llevado al extremo sea malo), sino que en su aplicación se ha impuesto, como suele ocurrir en todas las formas de organización socio-económica, la natural tendencia humana a corromper cualquier sistema beneficiando a unos pocos a costa de muchos. En este entorno de ajustes a la baja en la capacidad productiva, desapalancamiento, reducción del bienestar, y moderación de los precios, el sistema no da para tanto lastre. Ahora, el sistema no puede soportar tanta dosis de amiguismo como cuando crecía a toda máquina. Hoy hay demasiada grasa acumulada que agudiza los problemas propios de cualquier etapa de ajustes en un sistema de naturaleza cíclica, como es la economía.

Nuestros políticos siguen menospreciando lo que ha ocurrido en Oriente Medio y el Norte de África, como si allí todos fueran locos que disfrutan matándose unos a otros. Simplemente, son sociedades con un sistema socioeconómico más débil (dictaduras), por lo que han sido los primeros en caer fruto del gran ajuste global.

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