Imagínate una comunidad de vecinos con cinco apartamentos, que pertenecen a Hans, Pepe, Joäo, Nicodemus y Antonello. Pepe, Joäo, Nicodemus y Antonello no han pagado las últimas cuotas comunitarias que les corresponden. Dicen que no les van bien las cosas. Por ello, Hans ha tenido que adelantar el dinero de todos. Como es lógico, Hans propone que se cancelen algunas reformas pendientes hasta que haya dinero en la comunidad. Los cuatro morosos replican a Hans que no es para tanto y que ellos no pueden/quieren decirle a sus familias que no hay dinero ni para pipas, que no pueden mantener una casa de ese nivel.
Hans confía en que, mientras las cosas no mejoren, sus vecinos se apretarán el cinturón, pues es lo que piensa que él haría en esa situación. Sin embargo, le sorprende (y enoja) ver como los vecinos morosos no se atreven a decirle a sus familiares que las cosas no van bien y que, por ello, deberían darse de baja del gimnasio, reducir la semanada, viajar menos, acortar las vacaciones, salir menos a cenar, etc.
Hans ve cada vez más claro que sus vecinos no piensan ajustarse realmente a la crisis, sino que buscan vivir a costa de quien sea antes que explicar la realidad a sus familias. Ellos confían en que algún día y por el motivo que sea, las cosas se arreglen y puedan así seguir gastando sin haber llegado nunca a reducir significativamente su nivel de vida durante la crisis. Hans ve como éstos esperan devolver sus deudas prometiendo un ahorro futuro que ni en los buenos momentos anteriores a la crisis fueron capaces de generar.
Lo que más preocupa a Hans es que sus vecinos quieren que la comunidad siga gastando como si nada, y para ello sugieren pedir un crédito. Como la mayoría de prestamistas no quieren prestarles ante tan absurda situación, todos sugieren que Hans avale personalmente el crédito. Hans no lo ve claro. Sabe que hoy sus vecinos le tienen contra las cuerdas por lo que le adeudan, pero eso no es nada comparado con lo que se le viene encima si acepta avalar a tales irresponsables.
Todos presionan a Hans para que avale y/o ponga más dinero. Incluso le recriminan su poca solidaridad por haber pagado “sólo” una pequeña parte de las deudas de sus vecinos. Hans no entiende nada. Él opina que cada uno es responsable de sus actos, que la autoridad debe ir acompañada de la responsabilidad. Quien decide, responde por ello, y no sus vecinos. Se siente como si viviera en Júpiter entre extraterrestres, donde el que actúa responsablemente es el malo por no dar su bienes a sus vecinos para que éstos puedan seguir gastando mucho más de lo que ingresan. La situación actual le preocupa, pero la irresponsable actitud de los morosos es todavía peor, pues sabe que sólo lleva a la catástrofe generalizada.
El final de esta historia todavía no está escrito. Lo interesante es reflexionar sobre lo que harías tú: ¿Crees que Hans debe prestar más a sus vecinos? ¿Debe avalarles una y otra vez? ¿Debe Hans plantearse cambiarse de casa? ¿Quizás debe exigir a sus vecinos que regularicen su situación sin más excusas? ¿Debe exigir que quien no pueda pagar venda su casa? ¿A quién crees que culpan las familias de los vecinos de Hans por su situación? ¿Y a quién no culpan? ¿Crees que la decisión que tome Hans es reversible? ¿Cuál será su relación futura con sus vecinos?
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