Las extremas medidas aplicadas por los gobiernos y bancos centrales para capear la crisis son un terreno casi virgen en la economía moderna. Salvando las distancias, que probablemente sean grandes, Japón es la única referencia que tenemos sobre los efectos a largo plazo de algunas de esas medidas, pues allí se implementaron hace casi dos décadas.
Por ejemplo, Japón bajó los tipos de interés hasta cero hace muchos años y, hasta hoy, ni su economía ni su inflación han permitido subirlos, es decir, normalizar esa herramienta macroeconómica para poder utilizarla en el futuro.
Una de las medidas más controvertidas de Japón y que hoy se repite en Occidente fue el permitir los bancos zombies. Se les llama así porque no están ni vivos ni muertos. Siguen operando, generando beneficios, pero no crecen en préstamos, que es una de sus principales funciones socio-económicas. Hoy, esto ocurre porque los gobiernos, en vez de hacerles reconocer ya sus muchísimas pérdidas y, acto seguido, obligarles a recapitalizarse a gran escala (con la consecuente pérdida de riqueza de sus accionistas y directivos), han sucumbido a ese lobby, la banca, y han optado por proporcionarles una contabilidad más laxa para que reconozcan sus pérdidas paulatinamente durante años, y las puedan compensar con esos beneficios que van generando trimestre tras trimestre. Mientras tanto, la banca apenas presta.
El coste por la falta de crecimiento del crédito lo paga toda la sociedad, porque limita brutalmente el crecimiento económico, la recuperación. Yo entiendo y comparto la necesidad de desapalancarse de todo el sistema tras un crecimiento del crédito desorbitado durante muchos años, pero, creo que, ya que se ha salvado y beneficiado a la banca con el dinero de todos, también se les debería exigir algo a cambio, LA RECAPITALIZACIÓN. Al no hacerlo, los gobiernos están traspasando el coste de los errores de unos, la banca, a los otros, los ciudadanos, los consumidores, y las empresas. Al contrario de lo que algunos gritan en las manifestaciones, esto no es capitalismo, sino una oligarquía donde un grupo de grandes lobbies utilizan al resto de la sociedad para beneficiarse, cuando las cosas van bien, y para endosarles las facturas de sus errores cuando llegan las consecuencias de éstos. Todo ello, políticamente enmascarado con el mensaje del miedo: “si no lo hacemos, se acabará el mundo”. ¿Eres consciente de las toneladas de confianza que generaría una banca supercapitalizada y que pudiera volver a prestar? Generaría bastante más confianza que la manipulación de la economía, la información y los mercados que nos brindan a diario los bancos centrales como herramienta contra la crisis de confianza.

Puestos a buscar referencias históricas, te adjunto un gráfico elaborado por una casa de análisis donde compara la evolución del S&P y del Eurostoxx con el Nikkei japonés tras su crisis inmobiliaria/bancaria. Sinceramente, espero que sólo sea una más de esas comparativas que nunca se cumplirán.
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