domingo, 30 de septiembre de 2012

RAJOY Y LA MAL LLAMADA AUSTERIDAD

Estamos en la era de la publicidad, del marketing, y de los efectos especiales. Lo malo no es que intenten distorsionar nuestros sentidos, sino la utilidad que a veces se le da. Distorsionar la realidad en el mundo del ocio para aportarnos nuevas experiencias y a sabiendas del consumidor es algo bueno, y que incentiva la inventiva del ser humano. Manipular la realidad para transmitir mensajes poco cercanos a ésta con el objetivo de embellecer la gestión/decisión del emisor del mensaje es sencillamente una mentira, o en el mejor de los casos, una media verdad.

Si yo fuera la palabra austeridad pediría que retiraran mi nombre del diccionario. Hoy gusta llamarle austeridad a seguir viviendo gastando más de lo que ingresas pero con el mérito de que ese exceso es "menor que en los últimos años". Con tan malas costumbres tan arraigadas en nuestro mundo público, hablar de vivir con lo que tienes debe ser considerado de monje de clausura que no tiene ninguna sensibilidad social. Hasta aquí ha llegado la estupidez humana, esa que no tiene límites.

Personalmente, me importa un bledo si Rajoy hace lo que oficialmente exige Bruselas tras pedir oficialmente el rescate inevitable, o si lo hace antes coordinado con la UE para que parezca un préstamillo entre amigos sin condiciones impuestas, y que jamás deberá llamarse rescate. Lo que me importa es que haga las reformas importantes de una vez por todas.

¿En qué se parecen los presupuestos de Rajoy para 2013 a otros paquetes de medidas anteriores? En que Rajoy sigue sin abordar de forma relevante uno de los principales problemas de nuestra economía: el sector público. Uno de los pilares que es imprescindible y urgente reformar en nuestra sociedad (y en todo Occidente) para poder mantener nuestra forma de vida es el sector público. La reducción del número de empleados públicos y de la clase política sigue siendo la asignatura pendiente, una asignatura sin cuyo aprobado el profesor del destino no nos permitirá volver a crecer ni mantener nuestro nivel de vida. ¿Por qué? Porque supone detraer demasiados recursos a los generadores de riqueza (empresas y consumidores) para mantener unas castas que son, principalmente, centros de coste. Dado que esta realidad, prolongada durante muchos años, nos está acercando al abismo de un gran retroceso socioeconómico, a nuestros gobernantes sólo se les ocurre argumentar que "ellos garantizan ese gasto social", todo para poder seguir haciendo lo mismo. Si sabes algo de economía, probablemente sabrás que sólo el crecimiento de una economía saneada puede prometer ese bienestar social. Lo demás, son trileros sociales y vendedores de humo que se agarran al corto plazo rabioso para justificar casi todo.

Como te he comentado muchas veces, estamos en una crisis estructural, no coyuntural. Por eso no basta con las medidas que la mayoría de gobiernos están aplicando para volver a crecer, porque son parches coyunturales y no cambios estructurales. Para controlar el gasto que supone el sector público, la solución no es congelar in eternum los sueldos de los funcionarios hasta convertirlos en muy mal pagados, y eso que muchos ganan poco. La solución es reducir la plantilla para ajustarla a la realidad, y a los que queden, darles unos derechos y obligaciones parecidas a las del mundo privado. Pero eso supondría desactivar una de las castas privilegiadas de nuestro tiempo para hacerla entrar en la órbita terrestre en que vivimos el resto de humanos.

Mientras estas medidas no lleguen por parte del gobierno, la única alternativa para compensar ese exceso de gasto es crujir con más impuestos a los ciudadanos y empresas, lo que significa seguir ayudando a la crisis en su labor de reducir la renta disponible de los dos únicos grupos sociales que crean riqueza. Por eso, de momento, miles de individuos que, en conjunto, formamos los mercados financieros, no volveremos a prestar el dinero de nuestros clientes a estos gobernantes, o lo haremos a tipos muy altos por el riesgo que asumimos. Te recuerdo que ya hay agencias de calificación crediticia que tienen a España como “bono basura”. La diferencia de España, Grecia, etc con algunos bonos basura corporativos que yo sigo como posible inversión es que dichas empresas han planteado y están ejecutando planes serios para garantizar su solvencia futura, y no lo dejan todo en manos del destino, ni del próximo gobernante dentro de cuatro años, ni confían en que su irresponsable Banco Central juegue peligrosamente a hacer política fiscal con sus medidas de política monetaria.

Mientras los dirigentes políticos no den una muestra clara de recortar sus excesos de gasto, no tiene sentido prestarle a gente insolvente, si lo medimos con parámetros históricos. La historia es muy clara, países con mucha menor deuda sobre el PIB (pública más privada) de la que hoy tienen países como España, Reino Unido, EEUU, etc, han acabado haciendo quitas. Pero claro, como suele decirse para justificar predicciones basadas en la magia en vez de en la matemática básica, "esta vez será diferente".

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