lunes, 14 de mayo de 2012

MI SOÑADA HOJA DE RUTA

Como comenté recientemente, hoy ya han caído muchos tabúes, y en el plano económico y político, se pueden plantear ideas que hace años no hubieran sido escuchadas. En 2007, vi que muchas cosas no cuadraban (no dos o tres sino muchísimas más) en la economía, en el funcionamiento de los mercados, en las cuentas de resultados de la banca, en los precios de algunos activos, etc. Eso me hizo concluir que, en un plazo no muy largo, viviríamos una crisis que traería grandes ajustes (en valoraciones, perspectivas, déficits, ratings, tipos de interés, etc), tras años de bonanza y relativa tranquilidad que favorecieron muchos excesos y despilfarros financiados a crédito.

Hoy puedo explicar la pregunta que yo me hacía entonces, y no podía plantear abiertamente porque hubiera sonado absolutamente catastrofista e irreal: ¿Está Occidente a tiempo de evitar una quita generalizada en las finanzas públicas, con sus devastadoras consecuencias para la banca mundial, el conjunto de la economía real, y arriesgando nuestro actual nivel de vida? Ya sabía que nadie tenía esa respuesta, pero, en los siguientes meses, diseñé mentalmente lo que yo consideraba que debía ser la "hoja de ruta" que nos sacara del atolladero generacional al que creía que nos dirigíamos. Todo ello suponiendo que sí estuviéramos a tiempo, que el gran trasatlántico del sistema socio-económico occidental pudiera virar antes de llegar a las rocas.

Mi soñada hoja de ruta tenía varios puntos que debían cumplirse, ya fuera consecutiva o simultáneamente, para hacer sostenible la tendencia de desarrollo económico que vivíamos desde hacía 20 ó 30 años.
  • Las empresas y los consumidores debían ajustarse a la crisis. Las primeras lo hicieron desde inicios de 2008, y los segundos cuando vieron el paro y las perspectivas del entorno a finales de 2008. Las empresas tienen hoy una capacidad productiva bastante equilibrada (frente a la demanda), y los consumidores siguen desapalancándose, ahorrando, reduciendo sus deudas, que es la inversa de lo vivido durante muchísimos años.
  • Las autoridades políticas y monetarias debían percatarse de que esta crisis era estructural y no coyuntural (esta idea te la expliqué en ¿Por Qué Dura Tanto La Crisis?), porque tras varias décadas de déficits soberanos anuales casi sistemáticos, el sistema ponía en duda la solvencia de lo que se suponía era el activo sin riesgo: la deuda del Estado. Para solucionarlo haría falta adaptación y esfuerzo, reformas que aportaran credibilidad a la sostenibilidad del sistema. Ya no bastaban las promesas futuras que periódicamente sucedían a las anteriores. Por desgracia, los gobiernos negaron primero la crisis, y luego la subestimaron, por lo que no se plantearon la necesidad de austeridad y reformas hasta varios años después. El coste electoral de ese acto de responsabilidad y sentido común favoreció su demora.
  • La austeridad y las reformas debían ser aplicadas donde se han generado los excesos y para cubrir las carencias legislativas, no donde electoralmente fuera más conveniente. Los Estados de Occidente se han convertido en grandes maquinarias burocráticas, con un insostenible exceso de personal, y un intervencionismo económico brutal disfrazado de solidaridad social. Al final, todo se resume en crear obesas Instituciones Públicas alimentadas a base de quitar gran parte de sus recursos a los legítimos dueños de éstos, los ciudadanos y las empresas, quienes son además mucho más eficientes administrándolos, es decir, crean más riqueza con menos.
  • Las Instituciones Públicas debían adelgazar su estructura (de gasto) ya que entonces gestionarían menos recursos, fruto de la crisis. Este ajuste se está produciendo pero a un paso muy lento.
  • La sociedad debía aceptar la austeridad, el recorte de ese insostenible gasto público. Esto no es fácil porque el Estado supone cerca del 20% de las economías desarrolladas.
  • La sociedad debía aceptar "esa" austeridad en concreto. Dada la importancia del ajuste, era inevitable que la sociedad se cuestionara la forma de aplicarlo. Surgirían entonces tensiones sociales y políticas sobre el reparto de los recursos: ¿Por qué cerrar quirófanos y mantener tantos coches oficiales o entidades públicas que duplican funciones? ¿Está justificado el alto coste de esos dos "asesores" gubernamentales que son la patronal y los sindicatos? ¿Es justo subir los impuestos a los ciudadanos y utilizar su dinero para a salvar a la banca, a los automóviles, a las autopistas, etc? Los ajustes son duros, pero la forma de implementarlos iba a ser un factor clave. Por ejemplo, ajustes justos (respectando las normas de la economía de mercado) y bien explicados a la ciudadanía, generarían menos rechazo social que la costumbre de privilegiar a las castas influyentes para hacerles menos dura la crisis a costa de la mayoría.
En 2008, todo este proceso hipotético me llevaba a mi principal duda: ¿Es capaz el ser humano y la sociedad de aceptar pacíficamente grandes recortes inevitables o siempre acaban en revolución y desorden social?

Sobre eso, hoy vemos algunos indicios. Alemania ha sido uno de los principales precursores de la necesidad de cuadrar las cuentas públicas. Como país, es probablemente quien menos sufre la austeridad porque sus coyuntura económica es la mejor de la eurozona, y se está beneficiando del capital que huye de otros países de la eurozona con problemas. A pesar de ello, el partido de Merkel ha ido perdiendo apoyos en sus elecciones regionales. Grecia, quien ha aplicado muy poca austeridad real en tiempo y magnitud, ha visto como subían electoralmente los que prometían más gasto y menos reformas.

¿Tú que opinas sobre este tema? Es importante que no te engañes. Si somos capaces de diseñar políticamente e implementar socialmente los ajustes necesarios para hacer sostenible, verosímil, viable, nuestro actual sistema de vida (gasto público, pensiones, impuestos, etc), podremos mantenerlo tras la dureza del ajuste. Si no es así, caerá el sistema socio-económico occidental tal y como lo conocemos. Sus efectos serán visibles en todos los campos (Eurozona, cohesión social, relaciones internacionales, cooperación inter-regional, etc). Hoy, la posible salida de Grecia del euro o las tensiones internacionales por las constantes manipulaciones de divisas (para exportar más) son sólo flashes de esa realidad.

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