lunes, 14 de noviembre de 2011

COMPRENDIENDO EL CAMINO ANDADO

La mayoría de las personas no tienen claro los factores que rodean a esta crisis, su origen, su evolución, las circunstancias que la aceleran o frenan, sus implicaciones, etc. Hoy intento hacer una argumentación cronológica pasada para entender mejor la situación actual.

En las últimas décadas, Occidente ha ido desarrollando su estructura política, social, y económica en torno a la democracia. La democracia establece pilares en cada ámbito de tal manera que exista un equilibrio entre los derechos y las obligaciones en la relación individuo-sociedad. En el ámbito económico, la democracia se basa en el capitalismo, fundamentado en derechos como la propiedad o la economía de mercado. El mercado representa el libre ejercicio de elección de los ciudadanos, otorgando al pueblo el poder de decidir a través de sus decisiones individuales. Cualquier medida orientada a manipular, imponer, o coaccionar a los mercados supone un ataque a la libertad individual. Por eso, deben intentar preservarse los principios del mercado y cualquier medida oficial en contra debe ser bien explicada, justificada, acotada y ser la excepción, no la norma. 

Con la economía de mercado, la sociedad en su conjunto alcanza su mayor desarrollo económico y también social, pues un mayor crecimiento facilita la redistribución social. El nivel de vida aumenta significativamente a medida que se cubren más y más las necesidades materiales de los individuos. Es entonces cuando crecer porcentualmente al mismo ritmo resulta difícil. El deseo natural de seguir creciendo genera un mecanismo artificial llamado “crédito”. Con el crédito, gastas hoy sin poseer recursos, con el compromiso de devolver los recursos en el futuro. Mientras el ahorro consiste en posponer el consumo, consumir con crédito es anticiparlo, es decir, crecer más hoy pero menos el día de mañana, cuando dediques los recursos generados a devolver el crédito en vez de a consumir.

En democracia, mediante las elecciones, la clase política debe justificar periódicamente su mandato ante la sociedad. Políticamente es más rentable fomentar el aumento del crédito (público y privado) para generar más crecimiento. Por el contrario, nunca es buen momento para recortar el gasto, ni para reducir el crédito, porque, por definición, conllevan menor crecimiento y bienestar económico. Esa parte poco apetecible del acuerdo siempre intenta posponerse con más crédito.

A lo largo de la historia, se van alternando las crisis, fruto del desajuste temporal que produce un mundo cambiante. Como los gobernantes nunca encuentran ese momento bueno para desendeudarse, pues nunca es rentable políticamente, cada nueva crisis encuentra a los consumidores, empresas, y gobiernos más endeudados. Por definición, alguna de esas crisis llega cuando los niveles de deuda son tan altos que el sistema pone en duda la capacidad generalizada de pago, de respetar esos compromisos adquiridos. Es entonces cuando la crisis es “estructural” y no “coyuntural”. La coyuntural se soluciona dando temporalmente más crédito a los ciudadanos, empresas, o Estados que lo necesitan, podríamos decir que es un problema de liquidez. En la estructural, es tanto el desfase entre activos y pasivos, entre las deudas y los bienes, que no basta con aumentar el crédito a quien lo necesita, pues no es un problema de liquidez sino de solvencia. Cuando te has endeudado tanto durante tantos años, has disfrutado anticipadamente tanto crecimiento futuro que el sistema pone en duda que seas capaz de apretarte tanto el cinturón durante tanto tiempo como es necesario para cumplir tus compromisos. Como ejemplo, imagina que un ciudadano medio debe €10M. No podrá pagarlos en una vida aunque no pague intereses.

El nivel de endeudamiento, ya sea absoluto o relativo a unos determinados ingresos, a partir del cual el sistema piensa que alguien no es solvente no es un punto exacto e inamovible, es fruto de la confianza del momento. Por ese motivo, las autoridades están haciendo lo imposible y hasta lo indecente para generar confianza. En vez de asumir que ha llegado el momento de pagar esos créditos ya gastados, ese desahorro, pretenden seguir posponiendo esa solución, inevitable en algún momento del tiempo. Como un drogadicto, intentan convencernos a todos de que dejarán su adicción más adelante. Piensan que si niegan la insolvencia evidente, si permiten que la contabilidad mienta positivamente, si dan una falsa imagen de tranquilidad, unidad, o de saber dónde están y a dónde van, si manipulan los mercados para que parezca que hay confianza, si te protegen de sus sentidos y te dibujan un mundo mejor del que hay, entonces, todo volverá a ser como antes.

Dice el refrán que antes se coge a un mentiroso que a un cojo. Las autoridades no se dan cuenta de que ese show artificial, además de ser un acto antidemocrático hacia sus ciudadanos, es improductivo porque genera más desconfianza en la situación de la economía y en la clase política, lo que añade incertidumbre a la sociedad. No se dan cuenta de que ellos tienen la solución, bastaría con explicar a la sociedad la realidad donde estamos y el camino exigente que nos espera (previamente deberían entenderla ellos) y después, aplicar recortes generalizados afectando en menor medida a los más necesitados. Así sí habrá futuro y confianza.

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