domingo, 21 de abril de 2013

REINHART Y ROGOFF

Para desgracia de los economistas, la economía no es una ciencia exacta. El motivo es que ésta intenta modelizar una realidad con un número excesivamente grande de variables y cuya interrelación con el modelo va cambiando constantemente. En consecuencia, los modelos son aproximaciones siempre distantes a la realidad. Este hecho es más difícil de asumir para los profesionales del mundo de la docencia, acostumbrados a que los modelos les definan la realidad de forma cuantificable y hasta con varios decimales. Los que vivimos del mundo de la inversión en los mercados financieros no tenemos más remedio que relativizar esos modelos y su aplicación.

En los últimos años, los profesores de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff han conseguido gran popularidad en el campo de la economía. En 2008 publicaron un libro titulado "This time is different", el cual analizaba 66 crisis financieras que tuvieron lugar en los últimos doscientos años. Entre sus conclusiones, los autores opinaban que los países que más rápidamente se han recuperado en dichas crisis fueron los que recortaron el gasto y estructura del Estado y bajaron los impuestos. Como te he comentado alguna vez, esta idea es lógica pues supone dejar de dedicar tantos recursos, que son limitados, en áreas redistributivas de riqueza y/o menos eficientes (pues se asignan arbitrariamente), para mantenerlas en el lugar original de generación de riqueza, la cuenta corriente de las empresas y los consumidores. Con estos recursos, estos dos grupos consiguen más rápidamente adaptarse a la crisis y seguir generando riqueza, parte de la cual servirá para mejorar las finanzas públicas y continuar redistribuyéndola socialmente. En definitiva, supone aligerar temporalmente el peso del carro económico a los que tiran de él.

Esta semana, Reinhart y Rogoff han sido noticia porque tres economistas de la University of Massachusetts han criticado la metodología que éstos utilizaron en su estudio de 2010 donde concluían que la acumulación de deuda pública superior al 90% del PIB genera desaceleración en el crecimiento.

Independientemente de si es correcta o no la crítica a dicha metodología, de si esas conclusiones eran válidas o no, o de si lo son total o parcialmente, quizás te preguntarás el porqué de esta noticia. El motivo es uno de los más habituales: la política.

En EEUU hay un debate abierto entre los legisladores demócratas y republicanos sobre los recortes del gasto público, el control del déficit, la acumulación de deuda pública, etc. Algunos políticos republicanos han utilizado como argumento para reclamar a Obama austeridad y reformas del sistema público los estudios de economistas como Reinhart y Rogoff. Ahora, los demócratas tienen su herramienta teórica para cuestionar ese apoyo intelectual.

Personalmente, creo que es sano que el conocimiento pueda ser y sea cuestionado con argumentos, al margen de que en este caso yo desconozca quién tiene razón total o parcialmente. Yo trabajo en los mercados financieros y, aunque éstos estén hoy muy intervenidos por las autoridades, considero importante seguir analizándolos utilizando como referencia el mundo que nos rodea (más allá de la versión oficial). Visto desde la distancia del que no tiene más remedio que lidiar diariamente con la realidad, resulta interesante sociológicamente ver cómo la clase política se agarra cual clavo ardiendo al manuscrito que más le conviene. Este tipo de show lo vi hace tiempo con el debate sobre el cambio climático, sobre si sus causas son naturales o consecuencia de la mano del Hombre, también lo vi con la cuestión de las armas de destrucción masiva en Iraq, y lo vuelto a ver recientemente con el shale gas. 

Lo que más me llama la atención es que, cuando algún argumento se tuerce total o parcialmente, sus seguidores siguen creyendo en éste en igual medida. Es como si la realidad, la verdad, o la certeza que oficialmente buscamos, no fueran más que herramientas que se utilizan cuando nos permiten ir donde queremos. Cuando no van en nuestra dirección, o un poquito menos, las abandonamos porque ya no son útiles para justificar nuestra posición. Somos una raza interesante.

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